>Hay aquí una mujer que conozco que lleva la friolera de 22 años trabajando para esa organización de mis amores que es Naciones Unidas (si algún día acabo currando para ellos, os dejaré que me hagáis algunas preguntas)…
Ella, como os podréis imaginar, ha vivido en diferentes países del mundo y me decía que no sabía si yo estaba de acuerdo, pero que los expats, generalmente se vuelven un poco como los locales allí donde están. Es decir, te adaptas a la forma de ser local y vas cambiando un poco tus hábitos. No lo había pensado hasta entonces, pero desde luego, no podía estar más de acuerdo.
Tengo claro que en Congo he venerado la Primus, he adorado la rumba y he admirado el arte, al margen de desarrollar altísimas cotas de cabreo y que aquí he empezado a querer ocultar ciertas cosas, a temer los envenenamientos que se producen en la colina y a llevar una vida de asceta. La sola idea me da pavor. Sin duda, ya era consciente de lo diferentes que están siendo ambas experiencias, sin embargo, un segundo fin de semana en Bujumbura me ha recordado la imagen que yo tenía de los africanos alegres que te sacan a bailar y te piden matrimonio y lo diferente que es esta ciudad extra limpia que agota su vida a las 18:00 de la tarde (hora zulú) y que ofrece tanto confort a cambio de tanto silencio.
Todo en la vida tiene un peaje.